5 nov 2008



"Hoa, pa".

Estaba trabajando frente al ordenador, como dicen los ibericos, y de repente en la pantalla apareció "Hoa".
"Hoa", dice. Y atónito observo como las teclas se hunden solas, con voluntad propia, con una cadencia animal.
"Hoa, pa".
"Pará, pará", me digo. Y doy vuelta el teclado. Ahí entiendo todo.
Años de desayunos, almuerzos, meriendas y, también, cenas en el escritorio saturaron el chato periférico de restos de comidas y bebidas. Galletitas, bizcochitos, barritas de cereal, yerba, cafe, twistos, helado, atún, yogur, lechón, huevo, mandarina, turron, chala, bicho, falopa, paco, Jorgitos, triangulitos adler,la saliva nombrada en el post anterior, pelos de mis barbas, mis cejas, mi cabeza, mocos incluso, y, por que no?, guasca. Todo se mezclo en un potaje alquímico. Una caldo primordial, donde los elementos esenciales del universo flotaban como croutones en una sopa de espárragos. El mismo lodo primitivo con el que Dios modelo sus creaturas en la víspera de los tiempos. Una greda tibia, grumosa, en la que fermentaba una raza nueva, una nueva vida, una nueva oportunidad, una esperanza. "Quizás la última", me dije.
Azorado, transfigurado, me pegue al monitor para leer/escuchar lo que mi hijo quería decirme.
Vibró el teclado.

"Hoa, puto".

Evidentemente debía variar mi dieta mayormente basada en carnes porcinas y aceites de origen animal. Por ahí las empanadas de humita no estan tan mal después de todo. No, pibe?

1 comentario:

carlos di nápoli dijo...

moooy bueno!
me gusta la tónica que va tomando el blog!!! si es con gin, mejor...
salú, vieja of the water!