5 dic 2008

el aprendiz de socio-terrorista

desde su cubículo en penunbras del pringoso cibercafé, sentado entre un adolescente tardío a punto de masturbarse y un geek venido a menos, aporreaba delicadamente su teclado, cargando bits innecesarios (¿acaso no lo son todos?) a uno de sus 10 blogs y microblogs, distribuidos en la blogósfera, flogósfera, twitterósfera, y demás redes sociales.

paralelamente, en ventanas prolijamente ordenadas en su barra de tareas, pispeaba iluminadores posts sociópatas. aprendía sistemáticamente estrategias de desobediencia civil, sabotage doméstico y desestabilizaciones menores.

claro, era enero. las posibilidades de prácticas de bombardeo urbano se desvanecían con los últimos fuegos artificiales del año nuevo. tampoco era época de torneos de fútbol. un gol oportuno permitía camuflar las detonaciones entre bombas de estruendo y demás artilugios detonantes. era momento de quedarse piola y estudiar los próximos movimientos. tampoco es cuestión de llamar tontamente la atención. el tema es: desestabilizar pero desde la comodidad del hogar. meta postiar. meta publicar, linkiar y webear hasta que las placas-madres (de dios) se derritan, las muy putas. llenemos de basura los servidores de microsoft, google y la concha de su madre.

hizo ejercicios con las muñecas, se sonó los nudillos de las manos (los estoy craqueando, pensó, creyéndose ingenioso) tomó el último trago de su levité de pomelo ya casi caliente en el ambiente veraniego. se paró, pagó las horas de internet y se apuró a llegar a su depto. encargó comida en el camino y compró una tableta de analgésicos en la farmacia de turno.

todavía tenía que sacar la basura.

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