15 feb 2011

Cartografía de un sueño

Cinco minutos. Nada más. Es lo que objetivamente señaló el reloj digital en la levemente sucia mesa de luz.
Para mí, pasaron como tres, cuatro, talvez más horas. Fueron momentos disímiles. Placenteros y angustiantes a la vez. O por momentos, depende de lo que iba sucediendo. El sueño es multifacético. En colores, sensaciones... caleidoscópicamente mutante.
En un papel que había conseguido sin demasiada dificultad hurgando en los bolsillos del pantalón corto y largo alternativamente, garrapateé con un fibrón-lápiz-birome un planito de los lugares que iba recorriendo.
Plazas, caminos, calles... todo lo iba anotando con esmero, ya que no con tanta precisión en mi papelito que se expandía para dar lugar a mis nuevas anotaciones, nombres, descripciones, esquemas... todo fluía de la punta de mi lápiz, que aferraba como desesperado, como si de esa manera fuera a dar más precisión a mi intento de una cartografía de mi sueño.
Cómo no se le ocurrió a nadie antes.
Evidentemente, si se le ocurrió a alguien antes, le pasó lo mismo que a mi.
Desperté buscando inútilmente en mis manos tanto el prodigioso mapa como el lápiz con el cual lo tracé.

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